¿Para qué tanta palabra?

Sala de Lectura
Escribir porque sí y sin críticas, escribir a conciencia y en agradecimiento.
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Es cierto que la realidad es insondable, inabarcable, que en el momento mismo que lo queremos describir se nos escapa entre las manos como el reflejo en el agua cuando introducimos la mano para atraparlo. Pero también es cierto que las palabras nos brindan un elemento fuerte, contundente, para definir, situar, aún así de percibir eso que es la realidad.  

Hay otros modos de apresar el entorno; el perfume de un jazmín puede inundarnos y transportarnos más allá de nuestra cotidiana caminata al trabajo, el canto de un pájaro puede ser un llamado de atención a otros mundos más allá de los humanos, el abrazo de un amigo puede hacernos vibrar en son con la naturaleza toda, sin que medie palabra alguna.

Eso que es, el universo en el que habitamos, aún eso que somos nosotros, es percibido en su totalidad e inmediatez de una manera directa, pero a través de nuestros pensamientos y  percepciones sentidas nos direccionamos, acomodamos, apropiamos, y si bien es una ínfima, torpe y parcial manera de relacionarnos con el mundo, es la manera que tenemos como humanos que somos de ir marcando nuestro paso al andar.

Es cierto que la palabra limita, deforma, es incompleta, analiza, retuerce, adjudica, encripta, envasa, ata, determina, lo que es.
Es cierto que en un estado de meditación profunda ya no es necesaria la palabra porque uno es con el todo.

Cubrimos el suelo con asfalto y tapamos el horizonte con carteles plagados de palabras e imágenes que compiten entre sí con sus luces danzantes para reclamar su propia parcialidad sobre la totalidad, relegando el resto al infinito oscuro.

El conocimiento es el puente que tendemos para volver a conectarnos con el fondo primordial desde donde surgimos. Al conocernos a nosotros mismos ahondamos en el conocimiento de la humanidad toda.

Así en el amor, que no es otra cosa que conocer al otro en su alteridad y a la vez reconocerlo como semejante. Es la sensación de volver a fundirse en la sustancia primigenia desde donde hemos venido.  

Te proponemos desde la escritoterapia dejar que las palabras te sorprendan, que surjan desde el fondo colectivo del gran espíritu humano, y que las hagas tuyas, entretejiendo así tu aquí y ahora con lo atemporal y universal.

Lic. Silvia Munton - marzo 2012

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