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Prosa

Diario de Viaje

                                                  “…la ocasión hay que crearla, no esperar a que llegue…”

                                                                                                         Sir Francis Bacon  

“¿Quién soy yo para descreer de mí?, o para encerrarme en la frase contundente que repito a diario: “ya no me interesa nada”.

No es cierta. Me miento.

A pesar de todo lo que hice para no estarlo, estoy vivo, y sigo escuchando promesas, melodías entre líneas; y aunque insisto en la solidez de mi vejez y mi desencanto: confieso que aun intuyo perfumes antiguos, persistentes, no saciados.

Hay todavía ciertas grietas húmedas, sedientas,  entre los bloques del paredón tremendo que ha tomado consistencia con la argamasa áspera de miedos propios y ajenos.

Todavía asoma un trópico no explorado, o explorado apenas, insuficientemente, a causa de un recato absurdo, no vencido, y a mi desmadrada pretensión de singularidad.

En esta mañana vuelve intensa aquella brisa, la inoportuna; la incómoda brisa demasiado estimulante; aquel manantial fuera de catastro. El viejo problema, el  desafío nuboso,  la puerta sólo entreabierta.  

No cabe decir que es desconocido lo que me atrae, ni siquiera puedo afirmar que  alguna vez lo fue. Lo mismo que hoy, se trató siempre de algo sumamente familiar, inexplicablemente intrínseco; un sino de un orden tan personal, tan a mi medida,  del que sin embargo vivo  exiliado. Se trata de un paraje indudablemente propio, predestinado, del que alguna superstición me mantiene a distancia, desterrado, añorándolo.

¿Será cierto que quiero llegar a allí, a mí; a esa profundidad fatal y vívida?

A ese lugar que se: no está adelante, ni mañana, ni al costado. Sé que no sería ir en procura de nada que no me pertenece por derecho, y sin embargo doy vueltas y vueltas por pasillos que ya probé que no conducen; los pasillos de este laberinto del cual, a esta altura, ya no puedo negar que soy el arquitecto.

¿Es que acaso olvidé adónde instalé su centro o su “exit”, tal como se llama en inglés a “la salida”?

¿Es por terror  de encontrar ese “éxito”, por lo que me mantengo entretenido argumentando, decorativo y fútil, regodeado en gravedades quejosas por estos corredores  cada vez más pulidos a fuerza de mi propia y terca mala fe?

¿Será que es  “Sin querer queriendo”: el no dar con esa puerta expectante, el no afrontarla, el no pegarle el empujón o el golpe que la abra del todo?

¿Será por temor a salir de este templo precario e infantil que me protege?

¿Será que evito no levantar temperatura, manteniendo a raya esta fiebre, para que no se derritan mis íconos de cera?

¿Será por  horror a encontrar el fin de  este mandala que por surcado y dibujado mil veces encima de otras mil veces dibujado, se ha grabado sobre la chapa de la existencia tan intensamente como intenso es el corrosivo ácido que destilan mis fantasmas?

¿Qué minotauro fantástico puede esperarme tras la puerta que no se parezca en algo a mí mismo?

¿Qué intemperie afuera puede ser más cruda que la que me he forjado yo mismo aquí dentro entre estos muros tan pelados?

 

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