Impermanencia
Hojas turgentes, vitales, flexibles
Se tornan ríspidas, agrietadas, vulnerables
A los achaques de la mano que las desintegra,
Y las pisadas que las hacen crujir.
La casa patria, vetusta y austera,
Hogar de tantos desmanes y ebulliciones
Hecha edificios de departamentos asépticos,
calefaccionados, altaneros, inmutables, inalcanzables.
La madre abnegada, luchadora incansable,
Achacada, inútil, dispensable
Reemplazada por el hada, joven y etérea
De mirada prístina, y paso levitado.
La mujer demandante insatisfecha
Se vuelve bella mariposa
Baila al viento, alegre y liviana
Liberada de su prisión de oruga.
La familia unita, lugar último
de emociones profundas y duraderas,
toma distancia y echa a volar.
Las carcajadas explotan lejos de casa
y en la reunión obligada, solo clásico estar.
Intimidades repetidas pierden vigor
Y renacen en nietas esperanzas
Ignorantes del pasado fugaz.
El desventurado, flaco y depresivo
Toma cuerpo y risa y proyectos,
Contagia algarabía y aires de sanidad
Y la tranquilidad que vuelve al puerto.
Frágiles niños hoy hombre y mujer
Con búsquedas propias, sabidurías innatas
Caminos trazados con anterioridad
A la conciencia desplegada, inevitable, terrenal.
Temores monstruos que golpean a la puerta
Resultan campanadas de amor celestial
Aquel que confunde truenos con despojos
Y el relámpago hiriente con suave castidad.
Que nada es permanente
ni puede serlo en esta vida
que el movimiento es eterno
y en él estamos embalados
Segundo tras segundo
late en marcha clandestina
El hilo tironeado
por el más alto destino.
Nos queda transitar esta cinta sin fin
Con la fuerza del asombro,
La gracia y la aceptación,
Y el saber que hemos de volver,
transformados con ton y son
como inexorable es nuestro andar
en el camino de la evolución.
Silvia Munton
abril 2015