Visualización de las puertas
Estamos con un grupo de compañeros por entrar a un laberinto imaginario, un laberinto que tiene varias puertas, por las que vamos a ir atravesando.
Vemos delante nuestro una puerta, es la ENTRADA al laberinto, que se yergue ante nosotros. Está cerrada, pero en la boletería nos han dado una tarjeta especial, cada uno lleva una contraseña particular. Cada uno a su turno inserta la tarjeta por la ranura, y entra a su propio laberinto virtual. Ya seguimos entonces el camino solos, cada cual por su vía. Nos encontraremos con los compañeros a la salida.
Pasamos entonces por la puerta que se cierra automáticamente detrás nuestro, nos encontramos en un recinto espacioso, amplio, con varias puertas que conducen a distintas habitaciones. Todas están cerradas. Nos tomamos un momento para observarlas de lejos a cada una de ellas, y ver las diferencias de colores,
tamaños,
materiales,
formas….Elegimos una, esa que nos ha llamado especialmente la atención, Nos dirigimos hacia ella y la observamos de cerca, notamos si es grande o pequeña, ¿de qué material está hecha?
¿De qué color?
¿Tiene alguna decoración?
Al acercarnos más todavía, la puerta se abre automáticamente, como si hubiera entendido nuestro deseo de pasar por ella.
Esta puerta nos lleva por un pasillo largo que comenzamos a transitar. A un costado vemos una puerta tapiada, vallada, ni siquiera intentamos ir por allí.
Un poco más adelante, al otro lado, otra puerta. Apoyamos la mano en la manija, pero está cerrada con llave. Continuamos por el pasillo, y nos encontramos con otra puerta, también cerrada. Pero descubrimos que hay tres llaves colgadas en la pared. Una es grande, maciza, pesada,
otra es pequeña, redonda, precisa.
La tercera es mediana, sencilla.
¿Cuál será la que abre? Elegimos una, probamos, luego otra, hasta encontrar la que finalmente entra a la perfección en el cerrojo. Con el click de nuestro giro, la puerta se abre a otro pasillo a cuya izquierda encontramos
otra puerta, entreabierta, como invitándonos a pasar. Nos preguntamos qué habrá detrás de esta puerta,
pero aunque nos tienta, decidimos volver a ella más tarde, porque más adelante a la derecha vislumbramos una gran puerta, antigua, abierta de par en par. Hay olor a algo largamente conocido, familiar, Traspasamos el umbral y nos encontramos en un salón aireado, luminoso, cómodo, con sillones que invitan a sentarse, libros en los estantes que invitan a ser leídos, atriles de artista que invitan a pintar el propio cuadro, hay una música suave que nos invita a quedarnos a disfrutar de la forma que más nos plazca. Permanecemos allí un tiempo, disfrutando.
Pronto comenzamos a percibir un olor a levadura que viene de algún lugar fuera de este recinto, detrás de aquella puerta que se deja ver ahora…
una puerta con ventana y cortinas de colores, que nos tienta con sus aromas y deja adivinar los sabores que se encuentran detrás. Vamos hacia la puerta y esta se abre sola de la mano de una señora gorda, con delantal y cofia, que nos invita a probar las delicias que ha estado cocinando. Damos plena satisfacción a esta agradable sorpresa, saboreando lentamente cada uno de los platillos únicos.
Cuando ya nos hemos saciado, damos las gracias y despedimos a la señora pues observamos del otro lado del recinto una puerta que nos invita a salir.
Es una puerta doble, con ventanas y postigos. Al abrirla un aire fresco nos llega a la cara, revivificando todo nuestro ser. Bajamos unos escalones hacia el jardín que se abre delante nuestro, un lugar espacioso, florido, con árboles…vamos pisando la hierba hasta encontrar un rincón especial que elegimos. Hay un banco que nos invita a sentarnos, y nos quedamos allí un momento disfrutando del paisaje. Inhalamos las fragancias del lugar, absorbemos la suave calidez del sol en la cara,
y allí vemos que se presenta ante nosotros una figura que se acerca y nos acompaña un momento en esta placentera estancia, Tiene un mensaje para darnos, escuchamos atentamente mientras nos susurra al oído algo que es muy importante para nosotros.
Recibimos el mensaje, le agradecemos y lo guardamos muy cerca de nuestro corazón. La figura se esfuma en el aire, pero sentimos que su presencia nos sigue acompañando en el camino.
Al levantar la vista vemos al fondo del jardín un portoncito que nos llama la atención. Es un portón bajito, tendríamos que agacharnos para pasar por allí.
Decidimos intentarlo, levantando el pestillo, y salimos al caminito de tierra que se abre entre la vegetación espesa que crece allí. Avanzamos por el sendero, flanqueados por mariposas que aletean a nuestro alrededor, y el canto de los pájaros que nos llaman desde las copas de los árboles.
Seguimos este senderito sintiéndonos cuidados y protegidos por la madre naturaleza.
De pronto se abre un claro en la espesura, y estamos ya pisando arena, hemos llegado a una playa tranquila de una laguna escondida, nos pasmamos ante la presencia insospechada de este lugar al que nos ha costado llegar, y sin embargo estaba tan cerca. Intimo, particular, privado. Nos quedamos investigando un momento la zona, descubriendo las bellezas naturales atesoradas. Exploramos el lugar casi mágico, sagrado, conocido y desconocido a la vez, mirando como por primera vez, ingenuamente.
Al rato de estar allí, empezamos a sentir una suave brisa que nos anuncia la caída de la tarde. Es hora de emprender el regreso,.
Inspiramos hondo llenándonos de la fragancia del lugar, al que llevaremos de recuerdo muy dentro nuestro.
Nos levantamos buscando el sendero de vuelta, encontramos uno muy cerca adonde hemos deambulado, es un sendero un poco más abierto que aquel por donde llegamos.
Caminamos un trecho hasta un portón, un poco más grande que el anterior, atravesamos el jardín con flores y árboles hasta encontrar que hemos dado un rodeo por fuera del edificio del laberinto y nos hallamos frente a una puerta amplia sobre la pared misma del laberinto.
Al abrir la puerta nos encontramos en el primer salón con las varias puertas que tuvimos que elegir a la entrada. Allí nos están esperando nuestros amigos, nos saludamos y juntos nos encaminamos a la puerta grande que dice SALIDA. Es la misma puerta que del otro lado decía ENTRADA. Se ve tan distinta del lado de adentro.
Abrimos juntos la puerta de salida, y con la alegría del reencuentro nos volvemos a presentar aquí y ahora…sintiéndonos más plenos por habernos llenado con los tesoros escondidos en nuestro ser.
Lic. Silvia Munton, abril 2013