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Reflexiones

Despegando etiquetas

Hoy me ha tocado quitar las calcomanías de la habitación de la niña que hace rato no vive allí.

Con cuánta alegría había colocado las estampillas, cuánta ingenuidad en la decoración e identificación con los personajes de las figuras. Y cuánto cuesta ahora erradicar esas imágenes. Qué pena le daría ver que ya no están. ¿O será que funciona eso de “ojos que no ven corazón que no siente”? El tiempo ha pasado y las figuritas ya no le encajan. La niña ha crecido, se ha transformado, ya es otra. ¿O quedarán las imágenes grabadas en sus células fundacionales? Pues si llegara a ver ahora su habitáculo, se extrañaría de verlo así tan blanco, aunque no recuerde exactamente qué dibujos animados se han borrado, sabría que algo de ella ya no está.

¿Pueden limpiarse así tan hábilmente las imágenes de quienes éramos? Cómo cuesta despegar las etiquetas alguna vez colocadas por otros o por nosotros mismos y como cuesta enfrentarse así a la puerta en blanco: ¿y ahora qué?

¿Cómo disfrazarse ahora? ¿O permanecer así en silencio inmutable o tábula rasa? Tampoco es posible porque la superficie, aunque blanca, ya no es prístina. El tiempo solo se ha encargado de modificarla. Aunque no quede rastro afuera, algo se movió adentro.

Nuevas capas de Cif o pintura, nuevos cuadros, nuevos personajes ensayados y adoptados ocuparán el lugar de las viejas etiquetas, que también caerán algún día cuando ya no cumplan su función.

¿Qué somos cuando se nos quitan las vestiduras, las ataduras, los vínculos, los proyectos, los recuerdos? ¿Qué queda?

Eso que queda, que es vacío, que no es nada, sigue preguntándose quién es. Eso es lo que es. La conciencia pura.

Lic. Silvia Munton - Escritoterapia

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