El Arbol que volvío a la Vida
Toda su existencia de árbol
había sido fundada sobre una roca dura.
Una piedra gris, lisa y redonda de erosiones aceitadas
Enmarañada de raíces que siguieron su forma,
Intrincada, embarullada
Ocultando lo que había de duro e impenetrable en el aspecto mullido
De la red tejida a añares
De hundimientos y agarre a ese sostén único, denso, fundamental.
Así crecieron las ramas y los frutos
Contorneados y doblegados en la veneración de Su Majestad la Bondad.
Esa Bondad fría, que apenas sonríe
con reglas de decencia a su archienemigo
que se traga el odio con que alimenta a sus pichones
quienes envenenados y tullidos crecen abigarrados a la sombra
del Príncipe Silencio.
Y se comen sus palabras
Que se incrustan en la piedra
Y la piedra se oxida, se mancha
Se tiñe de sangre no derramada.
Las ramas secas, quebradizas, anoréxicas
Ni lágrima tienen para llorar.
Un día vino un leñador
A liberar a la sequedad de su sufrimiento
Y hachó las raíces que mantenían intacta su prisión de oro,
Y desenterró la piedra
Que ya frágil y debilitada por su propia impotencia
Se resquebrajaba cual momia egipcia entre sus manos.
El leñador terminó su labor
Acudiendo a su hermana bailarina.
El zapatito de ballet
Sostén de gráciles bellezas
Hincó su duro puntapié a la piedra
La cual estalló en miríadas de luces multicolores
Llenando el firmamento en colosal estruendo de fuegos artificiales.
Del centro despidió una carcajada
que se multiplicó ad infinitum
Hacia los recónditos rincones del universo.
Las raíces, de tal manera liberadas,
Se estiraron en relajada extensión,
Se hundieron en la tierra negra y fértil
Sus más eléctricas fibrilaciones.
La savia comenzó a fluir
por los esclerotizados conductos
Que se flexibilizaron, humectados,
Ávidos de calmar su sed milenaria.
Los frutos se empaparon de pulpa ardiente
Las flores destellaron en pétalos por millares
La copa comenzó a bailar,
al ritmo la refrescante brisa.
El tronco engordó de contento, de gozo, y satisfacción.
Ya no extraña el árbol
su miserable dieta de pulcritud puritana
Se revuelca en los deleites de la Vida Plena,
con sus mil matices,
Sus desdichas y proezas.
Ya no extraña la vacía copa de champán,
Liba en las mieles del vino
Y en las burbujas del mar picado.
¡Vengan los salvajes vientos a despeinarle las canas!
La risa
El mejor invento
Danzará con ellos hasta que calmen,
El susurro ululará melodioso
En los intersticios de la tormenta brava.
Y vendrá la Paz que contiene en su seno a la guerra,
Y surgirá el Amor, que engloba los feroces odios
Y brillará la Luz del Puro Entendimiento.
Silvia Munton
Agosto 2014