La Doncella y la Sabia
Qué enojo conmigo misma
Por caer como chorlito
Mendigando migajas de amor
Amor que no es perfecto, ideal
Sino su hermano amor humano
Imperfecto y casual.
Vanidad de creerme elegida
Y no ver las redes de ponzoñoso veneno
En que quedo atrapada
Inmóvil, inerte, sin vida,
Aburrida.
Sin saber la causa del abatimiento.
Hasta que me doy cuenta
De mi muerte inminente
Y con manotazo hiriente
Intento zafar
Y el captor incrédulo
No comprende por qué el pez
Su tentado anzuelo
No quiere acatar.
El pescado en plato exquisito se convierte
Pero el rey ya no tiene hambre
Otros menesteres distraen su mente.
Frustrada en su disfraz de sirena
A tiempo vuelve a su humanidad
Y le espera esa vieja amiga, Soledad
Aquella que no defrauda
Con promesas de cerezas
Aquella que le vuelve a su Centro, a su Ser
A saber que no es posible el divertimento
Sin derretirse en sustancia amorfa.
Más vale el sincero agravio
De saberse solo y seguir andando
Que diluirse en mil encantos
Que solo llevan al cruel desencanto.
Espejos partidos
Ansias destruídas
Ilusiones vueltas cruces
A colgar en la pared.
Volver al eje
Tirar del cordel
Quedarse erguido
Aunque todos danzan en remolino.
Yo sé, viejo amigo, que no es tu intención,
El que es corto de vista
No es consciente que daña,
Centrado en sus caprichos
No capta el horizonte
Ni las vibraciones que emana
Ni los geranios que marchita,
Y la culpa no es del chancho
sino del que le da de comer.
Por eso retiro mi pote
y esperaré una nueva marea
con vientos favorables
que soplen al son
de mi propia música
y de tu propio tambor.
Difícil, difícil, difícil
Esta tarea humana de amar
Mejor dedicarse a otra construcción
De limpiar, ordenar y sanar.
Que el beso del príncipe
No tendrá efecto antes de cien años
De durmiente y silente preparación
Del terreno fértil,
De calladas voces
Que podrán erigirse al despertar
En maduros cantos
De leyes ancestrales
Y bellas armonías
De coros fantasmales.
Esperad, princesa, dormid,
Que tu tiempo ya llegará.
Silvia Munton